martes, 22 de mayo de 2012

Carlitos García Miranda en mi memoria

(1967-2012)



Magaly Vera

Conocí a Carlitos cuando ambos estudiábamos literatura en San Marcos. Él ya había culminado sus estudios de educación en la Villarreal, pero sentía que no era suficiente, asi que decidió seguir literatura.  Era de una base después de la mía. Tenía una mirada que parecía que te miraba de reojo, eso siempre me sorprendió de él. De su grupo, era el más amable y atento. Siempre tenía una sonrisa franca que ofrecerte para el saludo. Nunca olvido aquella vez que lleno de angustia me confeso que su familia no veía muy bien su elección de literatura “¿comerás con eso”- le decían. Eso y muchas otras preguntas irónicas que le lanzaban, hizo que solo le quede una solución: mudarse de casa y no oír más reproches y ofensas que herían su ego, lo más sensible que tiene un poeta. Su decepción, su impotencia, hizo que se golpee la cabeza en una de las paredes del bus en el que íbamos. Me asustó su reacción, y sólo atine a decirle que sólo es una etapa de vida, que ya después nos acordaríamos de todo esto como una anécdota, como un cuento, es más le daríamos forma en algún capítulo de alguna novela aun sin escribir. Sólo se calmó cuando bajamos en la Av. Venezuela. Caminamos luego sin decir una palabra y ya nunca volvimos a tocar el tema. Creo que ahí su gran salvación fue la hija de la Sra. Pratto, su primera esposa.

Dicen que las mujeres nos enamoramos por admiración y ella admiraba la terca perseverancia de Carlitos en culminar literatura pese a las carencias por las que atravesaba, en escribir, en pulir cada oración de sus escritos. Tenía varios trabajos y aun así se daba tiempo de recoger a su musa todos los días de la Casona de San Marcos, y todos los días nos encontrábamos por Jr. Camaná que es donde quedaba el centro de idiomas de la Católica donde estudiaba. El tramo de la Av. Tacna a su destino, era largo, pero lo hacía religiosamente. Por eso no entendí como ese amor, esos 5 años que duro su romance y que culmino en boda, termino. Yo ya había terminado con mi pareja de aquel entonces, Daniel Mathews, pero por haber empezados ambas parejas el mismo día (mayo) y al haber sido cómplices también esos 5 años, nos sentíamos en deuda con ellos. Así que tuvimos que ir juntos a la boda, pese a la separación. Fue una boda hermosa, con ollitas de barro decoradas con un moño rojo y a cuadritos que finalizaban en una blonda blanca. Carlitos estaba impecablemente enternado y ella, era la chica de rojo. De ahí le perdí el rastro. Él se sumergió en la investigación, en la literatura, y logró cosechar muchos premios como el Copé, entre otros. También una Beca a España. Su fama se extendía por fronteras.

Cuando fui a Huancayo, Manuelito Baquerizo, un gran amigo mío, me reprocho el no haberle llevado un ejemplar suyo. Pero no hubo problema, Carlitos me dio varios para llevárselos. Siempre amable él. De ahí era infaltable encontrármelo en las Ferias de Libros y ocasionalmente en el Facebook.

El tiempo le dio la razón a Carlitos: había nacido para la literatura pese al no apoyo de su familia. Felizmente encontró su alma gemela en España, una filologa, que al igual que él tenia amor por las palabras; una pareja (a quien no conocí) que lo entendió y lo acompaño en sus aventuras literarias hasta el final o el inicio, ya no sé.

De las bases 87, 88 y 89 de literatura, que por cierto éramos contaditos con los dedos de la mano, tú te nos adelantaste amigo. Ya nos encontraremos más adelante para platicar como antes, sentados en el piso de algún pasillo de San Marcos.

Hasta luego Carlitos.

Maga

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