lunes, 24 de enero de 2011

MERCEDES CABELLO Y CLORINDA MATTO EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA PERUANA DEL SIGLO XIX

Este es el último trabajo que realizo Esther y que yo leí a pedido suyo. Grande Esther. Si supieras como te extraño amiga mia. No necesitabas hablar conmigo, parecia que nos entendiamos por teleparia y nunca supe porque.


Esther Castañeda Vielakamen


Éste año el 2009, más precisamente el mes de octubre, conmemoramos el centenario de la muerte de dos de las escritoras más destacadas de la literatura peruana del siglo XIX, nos estamos refiriendo a Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1845 - Lima, 1909) y Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852 - Buenos Aires, 1909). Resulta paradójico que entre deceso y deceso sólo haya mediado trece días. Así el Perú perdió en aquél aciago año a dos de sus más grandes escritoras, que irónicamente mueren sin reconocimiento por parte de sus contemporáneos. Mercedes Cabello dejó de existir el 12 de octubre de 1909 cuando se hallaba recluida en el Manicomio del Cercado de Lima, donde falleció sin recuperar la lucidez. Por otro lado, Clorinda Matto moriría en el exilio, un 25 de octubre de 1909, en Buenos Aires, Argentina.

            Observando la producción literaria del siglo XIX en especial las tres últimas décadas, nos sorprende constatar la creciente participación de las mujeres en el quehacer cultural de su época y asimismo la escasa y tergiversada información que se difunden en la mayoría de estudios, periodificaciones o panoramas de la literatura peruana. Esta presencia de la mujer se gestó en Lima, gracias a reuniones intelectuales y veladas literarias en las que contribuyó tímida pero persistentemente, empezando a conquistar un espacio que ni los trastornos de la Guerra del Pacífico quebrantó. Si la década de los 70 ofrece testimonios de una escritura femenina abocada a la lírica y a la prosa poética, la posguerra al mismo tiempo que etapa de reconstrucción contempla el incremento de la narrativa.

            Entre las escritoras destacan Carolina Freire de Jaimes y Teresa González de Fanning, a las que se sumarán más tarde Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner, Lastenia Larriva de Llona, María Nieves y Bustamante y Amalia Puga de Losada. Poseedoras cada una de una determinada visión de la realidad, oscilaron desde la elección del amor como tema central hasta un realismo ligado a una contemporaneidad crítica y convulsa.

MERCEDES CABELLO Y BLANCA SOL

Mercedes Cabello elige el realismo como corriente que se puede rastrear con diversos matices en novelas como Sacrificio y recompensa (1886), Los amores de Hortensia (1889), Blanca Sol (1889), Las consecuencias (1889) y El conspirador (1892). Apenas transcurrido un lustro desde el término formal de la cruenta Guerra del Pacífico aparece su primera novela Sacrificio y recompensa con la cual inicia un compromiso tanto ideológico como creativo que mantuvo por casi un década.
            Nos interesa reflexionar sobre Blanca Sol, a la que consideramos una de las novelas más significativas de la autora y del momento cultural que se vivía en Lima a fines del s. XIX.
            Uno de los aspectos que la singulariza es haber conseguido agotar rápidamente su primera edición al punto que con el tiempo debió reeditarse hasta en cuatro oportunidades. Resulta curioso el éxito de una obra que se ensaña en la descripción de vicios y debilidades de la sociedad limeña y cuya demanda proviene de una minoría que debió hallarse afectada por la crítica contenida en sus páginas. Qué causó tal acogida, acaso la propensión limeña al comentario ligero, novelería o simple snobismo, es difícil precisar una respuesta, lo que sí quedó demostrado es la configuración de un mercado de lectores y la innegable popularidad de Mercedes Cabello.

            La historia de Blanca Sol muestra el auge y caída de una mujer dominada por el amor al lujo y al deseo de figuración social. La protagonista representa la descomposición moral de la sociedad limeña, tema que había sido tratado en Julia de Luis Benjamín Cisneros (1872) y Regina de Teresa González de Fanning (1886). Con Blanca Sol se quiere hacer de la novela “un medio de investigación y de estudio”, del prólogo se desprende la filiación a una estética realista que defiende la representación objetiva de un mundo social y sicológico. El realismo, manifestación literaria de las ideas positivistas, la conduce a definir a su novela como “estudio social”. En otro pasaje afirma: “…el desarrollo de ciertos vicios sociales, como el lujo, la adulación, la vanidad, que son susceptibles de refrenarse, de moralizarse y quizá también de extirparse, y a este fin dirige sus esfuerzos la novela social”.

            Mercedes Cabello utiliza un narrador que sabe o dice más de lo que cualquier personaje dentro de la historia puede saber, es a través de esa voz que se narra y describe el ambiente en el que Blanca Sol reina. La mayor parte de la historia se desarrolla en eventos, banquetes y tertulias en casa de la protagonista, frente a estos acontecimientos, el narrador omnisciente se parcializa, sin disimulo introduce opiniones e interpretaciones: “La educaron como en Lima educan a la mayor parte de las niñas: mimada, voluntariosa, indolente, sin conocer más autoridad que la suya, ni más límite a sus antojos que su caprichoso querer”. “Vivía persuadida de que la ‘gente de buen tono’ debe proteger la religión, y era muy dada á las prácticas religiosas del culto externo, con sus ruidosas manifestaciones de aparatoso efecto”. Es obvio el afán didáctico (exemplum ex contraria), los extensos discursos nos hacen recordar los del neoclasicismo, como ellos recortan las posibilidades de una impresión realista atenuado por tanto la persuasión que hubiera podido causar en el ánimo del lector.

            La trama se encuadra temporalmente entre 1860 y 1870, período en que crece la plutocracia costeña en especial la capitalina, esta nueva burguesía es la que desfila en la novela. “La concurrencia que asistía á las tertulias de la señora Rubio, sino lo más linajudo de la aristocracia, era lo más encumbrado de la sociedad limeña. Ministros extranjeros y Ministros de Estado, la aristocracia del dinero y la aristocracia del éxito, oportunistas sociales: mujeres á la moda, más o menos separadas de sus maridos: jóvenes solteras de las que esperan asegurar bailando el porvenir: tales eran los concurrentes á estas recepciones semanales”. Sin embargo existe otro sector de antiguo linaje que no aparece en las reuniones y que en la obra está representado por la familia Alva. “La señora Alva y su nieta, vivían ambas alimentando la ardiente esperanza de la reivindicación de su pasada felicidad y antigua fortuna. Conservaban la más arraigada fé, en esa especie de mesianismo de ciertas orgullosas familias, que esperan la fortuna, en otro tiempo poseída, la cual según ellas, Dios, quiso arrebatarles, tan sólo para probar su inquebrantable virtud y devolvérselas luego”. Los valores respecto a la educación, religión y familia –pilares de la sociedad– se conservan indemnes a pesar de los momentos difíciles por los que atraviesan, el narrador simpatiza con estos personajes y los propone como paradigma de moralidad.

            Aunque la autora quiso eludir un fácil maniqueísmo, estructura su universo a base de opuestos: personajes, lugares y acciones se ordenan en relaciones antagónicas que facilitan los propósitos que facilitan los propósitos aleccionadores de la obra. Personajes como: BLANCA SOL / JOSEFINA, SIMBOLIZANDO EL PECADO Y LA VIRTUD; SERAFIN RUBIO / ALCIDES LESCANTI, la avaricia y la generosidad: MADRE DE BLANCA SOL / ABUELA DE JOSEFINA, la inmoralidad y la moralidad, etc. Espacios como LIMA (barrios marginales); en el primero, el desenfreno y la apariencia; en el primero, el desenfreno y la apariencia; en el segundo, el refugio de la dignidad y la esencia. Finalmente triunfa la virtud (boda entre Alcides Lescanti y Josefina) en tanto que Blanca sin fortuna y con su marido víctima de locura enrumba a la prostitución. En el último capítulo culpa a la sociedad de su situación: “¿Qué culpa tenía ella de haber aprendido en la escuela de la vida a mirar con menosprecio las virtudes domésticas, y con admiración y codicia las ostentaciones de la vanidad?”. Como Emma Bovary, Nana, Gervaise, Blanca Sol es también un producto social, lamentablemente no se profundiza su caracterización, tal parece que a la autora le basta señalar el castigo que le espera y mostrar el equilibrio entre riqueza y virtud (Lecanti-Josefina) como retorno a una necesaria armonía social.
            Habría que afirmar por último, que Blanca Sol surge como un instrumento de lucha, que debió canalizar una propuesta para transformar la sociedad, pero en la que subyacía una concepción tradicional que M. Cabello aún mantenía y que a la postre oscureció la complejidad social representada en la novela. En el plano literario ésta se traduce en una ambigüedad entre el realismo y un cierto romanticismo aún no superado. En todo caso, Blanca Sol  se convirtió en una requisitoria que de algún modo comprometió a los lectores de fines del XIX a adoptar una actitud crítica frente a su realidad.


CLORINDA MATTO Y AVES SIN NIDO
           
Clorinda Matto es, sin lugar a dudas, la figura más controversial y convocante de las escritoras peruanas del siglo XIX. Ella hace de la pluma un oficio, una forma de lucha, su modo de vivir.
            Ella cultivó varios géneros literarios entre ellos la novela, las tradiciones y leyendas, el drama, los ensayos, las crónicas y biografías.

            Se le conoce a Clorinda Matto como novelista de gran fuerza, especialmente por la temática que aborda y por la manera de presentarla. Son tres sus novelas: Aves sin nido (1889, 1904, 1908), Índole (1891) y Herencia (1893, 1895). Estas se basan en la experiencia y observación de aspectos no resueltos de la sociedad peruana de fines de siglo XIX: el caso del problema del indio (Aves sin nido), el abuso del poder por parte de malos religiosos (Índole), y las vicisitudes sociales y los valores morales en el medio capitalino (Herencia).

Aves sin nido representa a la novela realista peruana en el último tercio del siglo XIX. La corriente realista se caracterizó por valorar la objetividad, describir la realidad externa, poner de relieve la temática social y por una actitud que descarta las idealizaciones y más bien privilegia alternativas de crítica y reflexión.

Es la novela más polémica del siglo XIX. Un indicio del interés que suscitó es el número de ediciones que tuvo en apenas tres lustros, lo que demuestra el reconocimiento que alcanzó.

La importancia de Aves sin nido es que crea las bases del llamado “indigenismo” en la novela peruana; además se puede ver la representación del habla local, el quechua especialmente; ella hace una descripción minuciosa “realista” de la ropa, comida y costumbres, que nos muestran la persistencia del costumbrismo; existe una alternancia de diálogos que oscilan entre el lenguaje realista y romántico, también maniqueísmo en los personajes protagónicos y una intermitente vitalidad en los caracteres secundarios como Teodora y Petronila; hay discontinuidad en la acción (cortes narrativos) que construyen un ambiente de suspenso, próximo a la novela de folletín género tan popular en esos años; en cuanto al narrador omnisciente, éste discurre entre un discurso “literario” y  puntualizaciones científicas forzadas (positivismo).

Aves sin nido forma parte del proceso de la novela peruana, especialmente de la producción de la Posguerra, en la que es común la denuncia de males sociales  en un país debilitado económica, social, política y éticamente. En el "Proemio" de la novela –el cual contiene la poética de Clorinda Matto– se precisa por ejemplo que la realidad nacional es legítima fuente de argumento o materia novelesca, también reconoce la función de la crítica a los problemas sociales y finalmente, la creencia de que la obra literaria trae consigo efectos y beneficios inmediatos. Desde el inicio la escritora sienta una posición ante sus circunstancias, en el que se sobreentiende su compromiso con la realidad.

En Aves sin nido, se representa el mundo andino dividido en dos sectores: "notables" e "indios"; la relación que los une se basa en la violencia que ejercen los primeros sobre los segundos, violencia que preside su vida cotidiana al punto de considerarse como "natural" e inherente, la dinámica social que los envuelve. Los esposos Marín encarnan ideales de progreso y civilización, pretenden corregir las inmoralidades de las instituciones y autoridades civiles y eclesiásticas de Kíllac. Defienden a los indios (Yupanqui - Champí) de los abusivos notables. Clorinda Matto caracteriza a los indios de buenos, moralmente superiores a los notables, pero cuando se los relaciona con los Marín, más bien se les presenta débiles e ignorantes. A pesar de los esfuerzos de los citadinos, el poder de las "malas autoridades" se mantiene incólume; la partida de los Marín de Kíllac llevándose a las hijas de los Yupanqui es un reconocimiento de la desgraciada situación del indígena, frente a la cual la modernidad debe elaborar otra estrategia de lucha.

Paralelamente al problema del indio tenemos la denuncia de abusos cometidos por parte de malos religiosos, quienes ceden ante las tentaciones del poder, la codicia y la sensualidad. Con el cura Pascual y con el obispo Pedro Miranda y Claro se ejemplifican la falta de vocación y la poca convicción de sus votos de castidad. Sus víctimas directas son las mujeres en general. Si las indias comparten con los hombres la discriminación racial y la explotación económica, ellas en tanto género sufren de violencias sexuales, siendo estos delitos contra el honor y las buenas costumbres los que ocupan un lugar protagónico en la obra.           

Desde el principio, se alude a la sensualidad del cura Pascual en las proposiciones que hace a Marcela y en las insinuaciones indecorosas con respecto a su hija Margarita; más adelante aparece relacionándose con Melitona una feligresa de Kíllac y rodeado de las más primorosas comodidades domésticas prodigadas por mujeres que deben realizar así la mita obligatoria a la que se refiere Marcela: "las mujeres que entran de mita salen... mirando al suelo".

Las mujeres sometidas a tales bajezas pierden poco a poco la confianza y la dignidad, víctimas de un proceso de arbitrariedades y de violencia, en este caso, la trágica situación de las mujeres iniciadas en la vida sexual, en el pecado, por los malos religiosos. El predecesor de Pascual en el pueblo de Kíllac fue Pedro Miranda y Claro, quien fuerza a la india Marcela y a la joven Petronila. Dicha violencia sexual se funda en considerar estos actos como naturales al ejercicio del poder de los hombres sobre el sector débil de la sociedad: las mujeres. Igualmente sobreentiende que no habrá denuncia y menos el correspondiente castigo, pues la mujer de cualquier condición social y étnica preferirá callar y ocultar la violación sufrida. En la novela este silencio cómplice, se cumple, Marcela y Petronila las víctimas crían y hacen pasar a Margarita y Manuel como hijos de Juan Yupanqui y del gobernador Sebastián Pancorbo, frutos de sus respectivas violaciones.

La imagen de fragilidad, de víctima de abuso sexual, no es el único rostro que define a la mujer en Aves sin nido, encontramos otro muy diferente caracterizado por la responsabilidad, fuerza y temperamento en sus relaciones con los otros. Un ejemplo claro son las figuras de Lucía Marín y Petronila Pancorbo, ellas manifiestan su "preocupación" por los otros, que abarca no sólo su medio familiar, sino también a quienes se hallan en un entorno más alejado. Esta "preocupación" hacia los otros alude a una relación madre-hijo, que subyace en el trato y comunicación que se establece entre ambos. Está relación atenúa la violencia desarrollada en la obra, endulzando con lazos de "afecto" la triste condición de indios.

En otras palabras, estamos ante la maternidad como rostro de la mujer en Aves sin nido. La maternidad es la disposición que origina de que las mujeres sean responsables del cuidado de los hijos, pero necesariamente ser madre no es requisito para desarrollar esa maternidad (Lucía en la novela no lo es). La maternidad que se caracteriza por el sentimiento de conexión, afecto y responsabilidad frente a los hijos, puede entenderse como la capacidad de sacrificio y abnegación frente al ser oprimido y débil. Lucía ejerce ese maternalismo al actuar en beneficio de la familia Yupanqui y posteriormente hacerse cargo de Margarita y Rosalía al quedar huérfanas; doña Petronila también protege a los indios de la violencia de los notables, incluso frente a su esposo, el gobernador Pancorbo, acoge y protege a Teodora. Distantes en el protagonismo, pero compartiendo los mismos roles, Marcela Yupanqui y Martina Champí se preocupan, protegen y se sacrifican por sus esposos e hijos.

Clorinda Matto presenta un estereotipo de la naturaleza femenina en el cuidado y protección doméstica que se extiende desde el corazón del hogar familiar y se proyecta hacia los "otros". Reconocemos la intención estereotipadora de adjudicar exclusivamente a la mujer, esa disposición de sacrificio, afecto y cuidado; en la novela hasta los personajes eventuales como la figura de Melitona se la describe "cuidando", atendiendo al cura Pascual como si fuera un niño.

La frase "Aves sin nido", que da título a la obra, alude en la primera parte a Margarita y Rosalía que ante la muerte de sus padres han quedado desamparadas; en el final de la segunda parte, caracteriza a la pareja formada por Manuel y Margarita cuyo proyecto amoroso se quiebra ante la noticia de que son hijos del mismo padre. Pero podemos conjeturar que es también la simbolización de la no integración de la población india con la "sociedad" peruana, que ha venido interesadamente postergando esa articulación; en fin, puede apuntar en general a la falta de legitimación y representatividad de las instituciones para garantizar los requerimientos de la población, evidenciando su "desamparo". La adopción por parte de los esposos Marín de Margarita y Rosalía Yupanqui puede leerse como una alternativa de identidad y de "salvación" para los indios, aunque su conversión a criollas supone la pérdida de valores y costumbres, la renuncia a su "identidad" primigenia para asimilarse a otra.

Es decir, Aves sin nido no es más que una referencia a la carencia de valores propios, que junto a la pérdida del hogar (nido = nación), alegóricamente estaría apuntando a la condición del pueblo indio despojado de su espiritualidad e identidad.

Finalmente quiero  agradecer al Colegio de Sociólogos de Perú, al Colegio de Sociólogos de Lima y a la Biblioteca Nacional del Perú por la invitación que me hicieron llegar, en especial a Delfina Varillas por el apoyo recibido y a Magali Vera quien propuso mi participación y en este momento me presta su voz.






HOJA DE VIDA

Esther Castañeda Vielakamen. Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de San Marcos. Concluyó su Maestría en Literatura Hispánica y el Diploma de Estudios de Género en la Universidad Católica (Lima). Profesora Emérita por la UNMSM. Profesora principal del Departamento de Literatura, Facultad de Letras en la U. de San Marcos en donde dictó el curso "Literatura escrita por mujeres". Ha publicado El vanguardismo literario en el Perú (1989), Catálogo 30 Años de Poesía Peruana en revistas (1971-2000) (2002) y Antología Poética. Tercer Encuentro de Poetas Sanmarquinas (2003); y los poemarios Interiores (1994), Carnet (1996), Falso Huésped (2000), Piel (2002) y Chosica (2005). Codirige Magdala Editora, en sus colecciones Poesía-Mujer, Pandora, Antología-Mujer y la Plaqueta "Magdala".









           

martes, 18 de enero de 2011

“Los ideales de Arguedas no son arcaicos, apuntan al futuro”

Este martes 18 de enero se cumplen cien años del nacimiento del escritor José María Arguedas (Andahuaylas 1911-Lima 1969). El autor de Los ríos profundos, Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo dejó un legado que ahora es revalorado con homenajes nacionales e internacionales y con el anuncio de la edición completa de sus estudios antropológicos. Carmen María Pinilla, estudiosa de su obra, hace aquí un acercamiento a sus ficciones, pero también a su vida atormentada, marcada por los contrastes.

Por Cynthia Campos

“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos (...). Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros”, escribió  José María Arguedas en 1966 en un texto que tituló Llamado a algunos doctores. Líneas después, los desafiaría: “Saca tu largavista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan”. Arguedas lanzaba así el reto: entender el ande con una nueva mirada, una que valore la riqueza de la cultura andina como la de todas las culturas que habitan el Perú, para lograr un país, como en el título de su novela, de todas las sangres.

El reto de repensar a Arguedas sigue vigente y fue el propio Mario Vargas Llosa quien recordó al autor en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2010. Vargas Llosa saldaba con él una deuda que tenía desde que publicó La utopía arcaica (1996) y los expertos de la obra de Arguedas, como Alejandro Ortiz Rescaniere y Rodrigo Montoya,  le salieron al encuentro. La especialista Carmen María Pinilla, miembro de la Comisión del Centenario de José María Arguedas, nos acerca a esta polémica y a la vida y obra del autor de Yawar Fiesta.

–¿Mario  Vargas Llosa ha cambiado su visión sobre la obra de José María Arguedas. Ya no la considera ‘arcaica’?

–En primer lugar, Mario Vargas Llosa admira a Arguedas. Es un admirador sincero de la obra de Arguedas y la ha estudiado a profundidad. Lo que pasa es que él considera que José María Arguedas siente alguna añoranza porque se está perdiendo la tradición andina, pero Vargas Llosa interpreta esta añoranza como un deseo de regresar a ese orden andino, de que no cambie, de que se quede congelado. Entonces, sí, pienso que con este último discurso Mario Vargas Llosa ha enmendado el calificativo de ‘arcaica’ a la utopía de Arguedas, o a los ideales de Arguedas. No son arcaicos porque los ideales de Arguedas no son regresar al pasado sino más bien utilizar valores del pasado, que existen todavía en las poblaciones actuales, herederas del pasado incaico, y que esos valores tengan una utilidad en el futuro. Por último, sería en todo caso la utopía de todas las sangres, como dijo Rodrigo Montoya.

–¿Qué hace al mensaje de la obra de Arguedas un discurso tan actual?

–Este proceso por hacer del Perú un país de todas las sangres sigue vigente y las expresiones culturales del ande también; no se opacan en absoluto con la llegada de las tradiciones occidentales. Aún ahora sucede eso. Mira, por ejemplo, en Gamarra, las creaciones de los empresarios de origen andino tienen todos los colores del ande. Fíjate en la música chicha. Nuestro idioma también está lleno de imposiciones de la cultura quechua. No es que se va a arrasar con el pasado; se está demostrando que eso no es así necesariamente. Además, Arguedas habla de segregación y discriminación, que son problemas que se viven aún ahora en todas partes del mundo, por eso lo estudian en España, en Alemania.

–Pero el mensaje arguediano ha sido aprovechado políticamente también. Alejandro Toledo, por ejemplo...

–Claro. Sin ir más lejos, también el gobierno de Fernando Belaunde. Belaunde apreció la obra de Arguedas y muchas veces se inspiró en ella, incluso lo invitó a ser director de la Casa de la Cultura. Esa es la propiedad y la actualidad de Arguedas, que es de todos y no puede ser apropiado por un partido político o un determinado sector, ya sea de derecha o de izquierda.  Es algo parecido a lo que sucedió también con la figura de Túpac Amaru en los tiempos de Juan Velasco Alvarado. Pero está bien que Toledo lo cite porque lo difunde, y en la medida que lo lees te das cuenta de que no es el mensaje de Toledo sino el de Arguedas.

Arguedas en su tiempo


–¿Cuáles son los hechos que marcan la escritura de José María Arguedas?

–Como dijo Alberto Flores Galindo, Arguedas vivió los procesos sociales más importantes del Perú en el siglo XX. Entre los 9 y 14 años vio nacer los grandes movimientos reivindicatorios del indio en la sierra. Entre los 20 y 23 años ve la serie de levantamientos de los indígenas en contra del gamonalismo, que había alcanzado altísimos niveles de explotación. Además, su padre era juez de primera instancia en Puquio y tenía que recorrer con él varias regiones en el país. Ello sin contar que, desde niño, el escritor estuvo expuesto a los contrastes. Mientras el padre salía de viaje, la madrastra en casa lo maltrataba y lo exiliaba al mundo de la cocina, con los indios. Cuando el padre regresaba, lo peinaban, lo limpiaban y lo sentaban en el comedor principal. Él pudo ver ambos mundos, del indio y del gamonal con todas las desigualdades y contrastes entre ambos, desde muy chico.

–En Lima también ve estos contrastes...

–Sí, en la década del 40 van a intensificarse los movimientos migratorios que cambian totalmente el rostro de las ciudades. Todo esto va a cambiar la situación en el ande y, coincidiendo con el empobrecimiento del agro, se produce el deseo de emigrar, de abandonar el campo, la agricultura tradicional. Esto significa un cambio total en la costa, donde Arguedas es testigo de cómo se van formando los pueblos jóvenes, las barriadas. Él frecuenta estas barriadas, tiene allí amigos músicos, folcloristas, y los visita frecuentemente. Por eso es que critica a Luis Felipe Angell (Sofocleto) cuando este publica su novela La tierra prometida, y –según Arguedas– las presenta como una realidad deformada y sin futuro. Arguedas dijo que no es así y quiso demostrarlo en su última novela El zorro de arriba y el zorro de abajo cuando presenta en el escenario del mercado a migrantes de distintas partes del Perú que caminan juntos y luchan por un proyecto común.

La realidad golpea como un río

–Se dice que uno de los mayores aportes de Arguedas ha sido revalorar la figura del indio...

–También lo creo, pero se ha prestado a exageraciones. Es un tema que le han achacado mucho, sin embargo el mismo Arguedas se defiende diciendo que él no retrata solo al indio. Él dice que para expresar al indio él tiene que expresar con la misma agudeza a los personajes que hacen del indio lo que es. Es decir, él trabaja con el mismo ímpetu al gamonal, al patrón, a los jueces, a los curas, al gendarme, etc, y los presenta a todos –incluyendo al indio– con sus virtudes y sus defectos. Su objetivo es otro. Él dice muchas veces qué es lo que le lleva a escribir. Dice que los dos grandes objetivos de su vida son mostrar una realidad desconocida –o mal conocida por los prejuicios– y luego golpear como un río la conciencia del lector. Por eso luego va a complementar su vocación literaria con la de científico social, de antropólogo.

–Una de las acciones en homenaje por el centenario es editar la obra completa de los estudios antropológicos de Arguedas. ¿Cómo va ese proyecto?

–Los esfuerzos han sido inmensos y finalmente se consiguió que el señor Humberto Damonte publique la obra antropológica de Arguedas este año, posiblemente a mediados de mayo. Mira qué importante es: la obra antropológica tiene 7 tomos, la literaria 5. Ha sido un gran trabajo, conseguir documentos de revistas, libros y archivos especializados del Perú y del extranjero.

Amistad poética

–Este año se cumple también el centenario del nacimiento del poeta Emilio Adolfo Westphalen, íntimo amigo de José María Arguedas. Usted estudió la correspondencia entre ambos. ¿Cómo era esta amistad?

–Maravillosa y alturada. En mi libro Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas se reúnen numerosas cartas, muchas de ellas de Emilio Adolfo Westphalen. Y es que cuando ellos se escribían había siempre una parte dirigida a los amigos y otra parte para  las esposas. Se dirigían o bien a Celia o bien a Judith Ortiz Rescaniere, artista plástica, hermana de José Ortiz Reyes, otro gran amigo de Arguedas. En esas cartas se habla de literatura, de política. Además, cuando Arguedas está con sus alumnos quechuahablantes les da a leer poemas de Westphalen. Es un amigo muy tierno. Arguedas se preocupa mucho por las hijitas del poeta, Silvia e Inés. Se ayudan, se aconsejan.

–También se burlan de Pablo Neruda.

–(Ríe). Sí, les parece horroroso el poema que hace Neruda a Machu Picchu.

–Las mujeres jugaron un rol importante en la vida amorosa de Arguedas, pero parece quejarse siempre...

–Lo que pasa es que Arguedas era enamoradizo y enamorador. Su primer gran amor fue Celia Bustamante Vernal, pero antes tuvo varias relaciones, no tan fuertes. José María y Celia, que ya se habían conocido en la peña Pancho Fierro, se enamoran cuando ella lo visita y ayuda en la prisión El sexto, en compañía de su hermana Alicia, quien pertenecía a Socorro Rojo (organismo del Partido Comunista). Arguedas estaba preso por protestar contra un general fascista que visitó San Marcos. Viven 26 años de un matrimonio feliz para todos los que los conocieron. Pero él frecuentemente se queja de insatisfacción. A la par, tiene varios amoríos que no llegan a nada. Solo uno es importante, el romance que tiene con Vilma Ponce, en Apata (Junín), que lo ayuda a terminar Los ríos profundos. Finalmente, se enamora de Sybila Arredondo, pero también se queja de insatisfacción. Con todo, cuando él se siente decaído, enamorarse e ilusionarse le despierta la chispa de la vida.

–Pero la depresión le gana a la ilusión.

–Es característico de su tipo de personalidad. Esta personalidad que tiene sentimientos de muerte, que luego de la muerte de la madre vive en ambientes amenazantes. Con un padre casi ausente, tendrá luego problemas para mantener vínculos afectivos estables. Va siempre buscando a la mujer perfecta, virginal, algo que, evidentemente, no se puede alcanzar.

Las crisis

–Otra mujer, su terapista Lola Hoffmann, es fundamental también.

–Sí, a partir de los años 60 él comienza terapia con Lola Hoffman. Arguedas dice que es ella quien le da el empuje para terminar su matrimonio con Celia. Pero luego Lola entrará en crisis también; muere su pareja sentimental y luego tendrán que quitarle un ojo por un problema de glaucoma. Esto afecta a Arguedas profundamente; su temperamento es bastante sensible.

–Bastante sensible a las críticas también. La mesa redonda sobre Todas las sangres en el año 65 lo hirió de muerte...

–Esas críticas en el Instituto de Estudios Peruanos fueron devastadoras, pero no creo que hayan sido determinantes de su decisión de suicidio. Su situación afectiva, el problema de Lola Hoffmann –su ‘mama Lola’–, la situación política y social, el hecho de que siente que otros han hecho cosas mejor que él –como la traducción de los mitos de Huarochirí–, todo ello hace que no soporte más. Es curioso, en el psicoanálisis se ve que las personas que han tomado esta decisión radical sienten tranquilidad. Eso al parecer le ocurrió a Arguedas pues antes de morir hizo llamadas para despedirse de sus seres queridos, dio recomendaciones, escribió cartas.

Lo que dice en el último diario, incluido en El zorro de arriba y el zorro de abajo, lo corrobora. “He sido feliz en mis llantos y lanzazos porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano (...). En la voz del charango y de la quena lo oiré todo”. Sí lo oyó. Pero fue después de que sus amigos trasladaron su cuerpo a escondidas para que fuera enterrado en su tierra, Andahuaylas. Lo oyó todo:  las danzas, los charangos, las quenas y los cantos.

En el Perú y el extranjero

El martes 18, el Congreso de la República realizará un homenaje a José María Arguedas, que será iniciado con la parte musical de Máximo Damián y Jaime Guardia. Seguirán las ponencias de expertos como Carmen María Pinilla. El miércoles 19, se inaugurará la muestra bibliográfica ‘Poética de un demonio feliz’, en la Biblioteca Nacional. Allí mismo se abrirá la mesa redonda ‘Literatura y realidad andina en la obra de José María Arguedas’. El mismo día, la Universidad Agraria de La Molina rendirá otro homenaje, también con mesas redondas y testimonios. La revaloración de la obra del autor de Agua también será internacional. En Cuba ya se alista otra serie de actividades, convocada por la Casa de las Américas. En Roma, la Asociación Cultural Nuevo Horizonte también prepara un homenaje.

lunes, 17 de enero de 2011

Lino Bolaños - A Federico García Lorca

Lino Bolaños - Marinera de Lima

Lino Bolaños - Mis amigos, los poetas

Lino Bolaños - Atrapar un instante

Amigo Mayor

http://programasoloparalocos.blogspot.com/2010/12/amigo-mayor.html

Luis Enrique Amaya

Amigo…hum, jodida palabra. Tan a la vista, tan publicitada, tan enseñada en textos, catecismos, decálogos de la buena convivencia y urbanidad, mas sin embargo continua siendo una palabra tan poco aprendida, tan poco conocida y entendida. Amigo, Dios, CULTURA, Arte, País, VIDA, joder, que palabritas. Solo dos tipos de seres han encontrado la definición final de estos términos : Los Valientes y los Cojudos.

¿Cuántos Amigos tengo?, prefiero no hacer la cuenta porque sino me voy a sentir muy pobre, poco digno y me voy asustar. Si se que soy hartamente conocido, con una agenda social, de relaciones publicas, excepcional para muchos, pero bien sabemos que la amistad es otra cosa.

Al Caballero Boris Arrunátegui lo conocí cuando me cayo por propia iniciativa en el programa que conducía hace 2 años en Stereo Villa. Se hizo asiduo participante en la radio, en los recitales que organizaba, hasta el día que nos sentamos en una mesa conjuntamente con otros amigos, y coordinamos la fundación del colectivo de poetas : “Comunidad Poesía en el Sur”.

Eso fue el inicio de una incomparable agenda cultural, y lo mas resaltante y productivo, una hasta hoy creciente e incomparable amistad, porque sencillamente yo si puedo decir, llenarme la boca, con el echo de pregonar : Yo si cuento con alguien, cuento con Boris Arrunategui.

Boris es militante, miembro, hijo, de esa casta, raza, cofradía, logia, que he denominado : “La Fuerza Bruta de la Poesía”.

Si el padre Antonio Tejeira no funcionaba en el Vaticano, entre papeles y sueños de aire acondicionado, Boris tampoco funciona en las Oficinas de los Ministerios de la Poesía.

Boris clava, barre, lija, bota desmonte, sirve el vino para los brindis, luego lava los vasos, deja ordenado y pulcro el salón, apaga la luz, y solo así se puede ir en paz a su casa.

Boris como todo buen peruano no cuenta con un trabajo fijo y seguro, Boris se sumerge todos los días en la epopeya de buscarse la vida y la poesía, y aun a pesar del mar tempestuoso y de inestabilidades en el que nada, Boris en la lucha cultural es el primero en sacar no solo monedas, sino billetes, para alquilar un equipo de sonido, pagar un taxi, un agua mineral. Puedo dar certificación de varias decenas de sus aportes concretos y palpables. Boris sabe que estos “auspicios”, “donaciones”, no figuraran en ninguna revista, pagina web, o serán causa de algún reconocimiento oficial, es mas lo sabe porque son aportes anónimos, en silencio, casi a hurtadillas, sin embargo es el primero en mojarse y tirarse al rio, siempre es el primero en agarrar los remos.

Cuando es grande la obra, el gesto, el talento y la humanidad, el aplauso, las palmaditas en el hombro, los brindis a la salud serán numerosos, si, pero también será inexorable que al paso de la luz, crezca al mismo paso la sombra, y dentro de ella agazapados los tarados, los que nunca agradecen y sobre todos los temerosos de toda grandeza que este en los otros y no en ellos. Pero Boris como un buen todo terreno, con varias copas y recopas bien jugadas, sabe que así es el futbol señores.

Como bromeábamos con otro buen amigo, Boris y yo nacimos en épocas poéticas equivocadas. Boris debió haber nacido poéticamente con Darío y Chocano. Yo debí haber sido compañero de generación de Rosse, Scorza, Calvo, Martos. Quizás eso sea lo que nos hermane tanto, el reconocernos siempre en nuestra condición de bichos, raros, anacrónicos, lobos, esteparios.

Aun cuando las vertientes, cauces, por las que transcurre la poesía de Boris, sean torrentes completamente ajenos y distanciados de aquellos por donde fluye mi poética, considero que Boris es un buen Artista, un buen Poeta. Suelto un ejemplo, no es de mi preferencia la música de José José, nunca he tarareado una canción de el, no tengo un solo disco de el, mas mis preferencias y gustos no me ciegan hasta el punto de no reconocer profesionalismo, altura y nivel estético en esa obra musical.

Mas siendo Boris un Darío reencarnado, es mucho mas poeta y artista que una lista, que puedo hacer en 5 minutos, de 50 poetas que pululan, deambulan, zanganean en el circuito literario limeño.

Boris diciendo nácar, ensueño, desdenes, capullos, esta mas allá y mas acá (allá y acá, condiciones fundamentales, balanceo perfecto, para una buena poesía) que muchos de aquellos que escriben paroxismo, fluctúo, hibrido, trémulo.

Boris como todo creador honesto y lucido de su condición natural, esta muerto de sed, Boris tiene una piel que siente mucho. Tiempos difíciles le llaman a la actual travesía por la que transcurre Boris en la actualidad. Lógicamente no vengo a contar aquí pormenores, ni detalles que en resumen no interesan mas que al poeta y sus cercanos. Pero como alguna vez confesé al vate : “Tus problemas, así insalvables como parecen, no se diferencian en un milímetro de los míos”. Y sea quizás esa sed de esperanza, de buenos tiempos o al menos un tiempo mas blando que no tenga la cama tan dura, esos gritos tan parecidos que mordemos en silencio y a oscuras, ese ayudadme mudo que paseamos todos los días por las calles, es lo que nos ha hecho semejantes, próximos y prójimos, aunque hablando con exactitud, el maestro aun cuando rabie, chille o este en estado de maldición, siempre ha sido mas hermano, próximo y prójimo que yo.

Pero la esperanza es una de mis terquedades, de mis malas costumbres, uno de los vicios que nunca me abandonan, es por ello que virtualmente quiero hacer un brindis contigo Boris, por tus 60 años, por esas 60 razones que nos ayudan a creer que la belleza, el arte, si pueden salvar la vida de un hombre, y también un brindis con todo aquel que aun se arriesgue a creer que la poesía siempre será la mejor prueba palpable y fehaciente del paso del ser humano por este mundo.

Salud Hermano en el Arte, toma de mi el resto de liberación, resurrección, y revolución que aun me quedan. Tómalo siempre, con confianza.

Simplemente Boris, el poeta

 
Magaly Vera

Conocí a Boris Arrunategui un noviembre del 2010, cuando Luis Enrique Amaya otro poeta, preocupado por la indiferencia de la gente hacia el sentir, hacia la poesía, mismo guerrero solitario, empezó a organizar Recitales poéticos. ¿Cómo llamarlos? pues el único nombre que cabía era “Poesía con Candela”. El nombre surge porque alude al único lugar donde los poetas logran cobijo en San Juan de Lurigancho, pues es el “Bar y Vinos Candela”. Pero su locura no la hizo a solas, encontró amigos tan Quijotes como él (aunque claro versión aumentada y mejorada) que quisieron aventurarse en eso llamado Poesía, me refiero a Luis Candela, Julio y Juan Abanto. Es así como los poetas encontraron un lugar donde dar rienda suelta al torbellino de sentimientos, de sentires, de dolores, de amores, frustrados, de nostalgias y de todo. No hay tema que no abordaran, incluso a los animales y a los poetas mismos. Lino Bolaños nos dejo un hermoso registro de voz y de poemas, al igual de Virginia Benavidez, y de entre tantos, estaba nuestro amigo Boris. De mirada tierna, voz serena y cálida. Pero no crean que leía sus poemas como el resto de jóvenes poetas, los declamaba a pie y de memoria. Hace años ya no veía ese dominio de escena, así que quede encantada con esos poemas que contaban su hermosa historia de amor. Es que los poemas a veces son palabras sueltas que arrojan imágenes por doquier, pero otras cuentan historias y hasta despedidas o encuentros. Boris, le canto en esta oportunidad a su amada, a la parca y a sus recuerdos. Así que no hacía falta que cuente nada de él, su poesía nos lo decía.

Pero Boris, no solo nos regala su poemas, nos regala mucho mas, ya que con todo cariño viene aquí a nuestro distrito, a ofrecernos vida y conocimiento desde un lejano Villa El Salvador, distrito a miles de kilómetros de San Juan de Lurigancho, sin mas pago que un café, aplausos y reconocimiento. Así que gracias también a Luis Enrique Amaya por traérnoslo y compartir sus amistades.

Son pocos los poetas afros que conozco, ya que por algún motivo siempre son omitidos de las antologías poéticas “oficiales” peruanas, así que este, es un humilde reconocimiento a un poeta que nunca leí y eso que estudie literatura. Y como no soy egoísta, pues les regalo sus poemas. Claro que con permiso de Boris.
Y Boris tiene razón cuando dice que la poesía es él.



José Boris Arrunátegui Fernández, nace en Chiclayo, Lambayeque, 17 de Diciembre de 1954, escribe poesía desde la adolescencia y recién da a conocer su poesía la última semana de Noviembre en el Anfiteatro Chabuca Granda en el parque Kennedy de Miraflores. Fundador de la Comunidad Poesía en el Sur en Villa El Salvador. Su poesía se publica en los libros de la comunidad Poesía en el Sur de Villa El Salvador, en Antología de Poesía de Miraflores y en la reconocida Revista Bohemia Lux, compositor del grupo de trova “La Toma del Desierto”, eventualmente recita sus versos en Radio “Planicie”,  Radio “Unión” y Radio Canto Grande.

Cuando se aquieten mis temores

Cuando al fin mis temores se aquieten
Y vuelva el sol otra vez a mi ventana
Cuando sienta el paso de mis campanas
Irrumpiendo con sus cantos alegóricos
Emergeré del fondo de mis melancolías

Regresare yo, de aquel sueño profundo
Cuando una dulce voz muy tenuemente
Irrumpa con su encanto puro y cristalino
Susurrando muy dulcemente…
¡TE QUIERO!

Cuando el rocío vuelva a mis mañanas
Y vuelvan otra vez a florecer las rosas
Inundando los verdes campos con su aroma
Como en aquellas mis mejores primaveras

Cuando al despertar por las mañanas
Calida la brisa golpee en mi ventana
Cuando la vida me baña con su magia
Cuando atrás queden todas mis nostalgias

Cuando vuelva otra vez a amar
Cuando sienta otra vez ser amado
Tierna y muy dulcemente mis palabras
Sabrán adornar los pasos de aquel :…
¡TE QUIERO!




Cuando me fui

Me quede escuchando
Mañana cuando me fui
Detrás de los atardeceres
Donde declina el horizonte
Mas allá y después de lo oscuro
De las noches y la luna
Donde se pierden los tiempos
Entre la nada y el silencio.

A esconderme de los campanarios
Y su batir empedernido
A destejer las mañanas
Que tejía por las noches
A perderle el paso a los aplausos
De algunas ya gastadas manos
Cuando la misteriosa dama de negro
Al tocar mi puerta
Me despoje de todos los relojes
Besándome los labios en un nuevo idilio
Y tras quitarse el velo
Presurosa me lleve a recorrer
Los secretos de su oscura puerta
En mi ultima cruzada.

Cuando con ojos abstractos
Observe mi cuerpo tendido
Pálido e inerte
Después de lidiar su ultima batalla
Encerrado, encuadrado,
Encajonado y cegado
Por esas potentes luces
De aquellos fríos metales
Tan lúgubremente adornados
Traídos para la ocasión
Al igual que los cirios
Y las velas encendidas.

Donde el animo y mi prisa
dormirán sus pasos
en el último tramo
que he de recorrer por este mundo
entre llantos de dolor
y algunas lagrimas plañideras
que luego se irán confundiendo
entre los adioses sinceros
de mi ultimo cortejo
cuando ya no me tiemblen las piernas
pues no harán esfuerzo al caminar
hacia el lugar escogido
para empolvarme en las paginas del tiempo
y perderme para siempre
sin religión entre las cruces
que rezaran entre liturgias
los ave marías y padres nuestros
que fui dejando en el camino.







Yo soy la Poesía

Yo soy la poesía
Soy el sueño y fantasía
Soy la luz del nuevo día
Soy pasión en carne viva
Soy palabra concebida.

Soy el sol soy la alegría
Soy el sueño que se anida
Soy la noche que encendida
Trae embrujo y trae amor.

Yo soy la poesía
Soy canción de aquel gorrión
Soy aquel que riega amor
Soy primavera y soy color
Y el encanto de la vida.

Soy el llanto y soy dolor
Soy herida abierta en flor
Soy la pena y sinsabor
Soy también melancolía.

Yo soy la poesía
Soy nacido del amor
Soy esencia comprimida
Soy perfume aroma y flor
Soy el néctar de la vida.

Soy sangre y letra del amor
Soy escolta en su dolor
Soy la miel y soy sabor
De los idilios de la vida.

Y cuando diga ya el señor
Que acabose mi labor
Y que pase a otra vida
En mi tumba habrá una flor
Que en su sangre riegue amor
¡porque yo!...
               Porque yo soy la poesía.







Historia de un amor sin fin

Voy a escribir sobre lo nuestro
Me vestiré con los recuerdos
Para tomar el tren de la mañana
En el anden perdido
Abrazare mi corazón dolido
Mientras me tomo con el
Una copa de vino
Sentados los dos
En la mesa del tiempo
Recorreremos en silencio
Paso a paso aquel comienzo
Cuando te rondaba a escondidas
Pidiéndole a Eros y a afrodita
Improvisar alguna cita
En el teatro del ensueño
Persiguiendo el sueño de esta historia
Que aun no tiene fin.

Llegare a el papel con mi pluma
Incisivo y exigente
Dibujando aquellas tardes de sol
Y correteos a orillas de las playas
Como chiquillos traviesos e inocentes
Poco o nada nos importaba la gente
Cogiamos caracoles y estrellas de mar
Que luego inconscientes
Tirábamos sobre las arenas candentes
Perversos e incontrolables.

Escribiré de aquellas noches de invierno
Y caminatas bajo la lluvia
Éramos dos locos o debimos serlos
Cuando empapados por completo
Me invitabas a jugar
Locos de la noche inmensa
Bajo un paraguas de estrellas
Enfermábamos y delirábamos
Para después…
Para después morir de amor
Entonces
Sobraban las palabras
Cuando la noche y el silencio
Hablaba por los dos.

Voy a escribir también sobre tu boca
Aquel panal de mieles adictivas
Carmín de mis encantos
Borrador de besos agrios
Y del fuego de tus besos
Entre muecas pintorescas
Mordiéndome los labios
Mi pequeña y deliciosa muchachita
Inquieta y traviesa muñequita
Envuelta en oropel
Me sublimas y me excitas
Alma de niña en cuerpo de mujer
Yo te besaba
Respiraba con tu aliento
Niña perversa susurrabas en mi oído
Palabras de cortesana propias del momento
Que hoy por hombre me las callo
Como callo aquel navegar entre jadeos
Como callo aquel temblor
Como callo aquel deseo.

Escribiré de tus ojos
Que son la luz de mi camino
Mi luna, mi estrella y vino
Donde solía embriagarme por las noches
Y dormirme mimado entre el reproche
Bajo el abanico y vaivén de tus pestañas
Para luego despertar
Acariciando y oliendo tus cabellos
Aroma y prado recogido de los bosques
Torbellino rebelde adornado con destellos
Hermosa crin de negro azabache
Asidero sin tope
De mis fantasías y mis sueños
Las que te llevaste al galope.

Voy a escribir sobre tu pecho erguido
Gloriosas montañas
Con las que intentaste desafiar al mundo
Placer y deseo para mi
Hoy y siempre
Manantial y alimento
Néctar de los hijos de tu vientre.

De tus piernas…ay de tus piernas
Hay mucho que decir
Son columnas de sostén
Donde pende el paraíso
Son el agua y mi bautizo
Son camino hacia el hechizo
Donde el pudor pide permiso
Donde el cariño es improviso
Donde los sueños hallan piso
Donde perdí los tiempos
Donde hubiese perdido la vida
De ser preciso.

Hoy ya no tengo junto a mi
La vida
Su loco desatino
Cegador y guadaña
Te invitaron a partir
Privándome de tu dulce trino
Y el placer de sonreír
Solo me quedan los momentos gratos
De los mas hermosos que viví
Soñar con el pasado
Tomar del brazo a los recuerdos
Y mientras me envuelvo en sus quimeras
Quizás…quizás sembrar mas primaveras
Porque en silencio yace una historia
Que aun espera por un fin.





José Boris Arrunátegui Fernández
Celular : 941712730
Casa : 5709870


Arguedas: 100 años

http://www.larepublica.pe/12-01-2011/arguedas-100-anos

Por Antonio Zapata

El escritor José María Arguedas fue asimismo etnomusicólogo. A lo largo de su vida, se nutrió de ambas disciplinas para crear una de las mayores obras artísticas y de reflexión fundadas en el indigenismo. Pero es mucho menos conocida la tercera rama de sus intereses, que fue la educación. Sin embargo, trabajó mucho en esta profesión. En efecto, comenzando los años cuarenta y por una década entera, fue maestro de escuela tanto en la sierra como en la capital. En ese período, formuló ideas sobre interculturalidad y escuela rural que resultan de una sorprendente modernidad.

En Canto Quechua Arguedas recuerda su biografía, enfatizando los numerosos viajes de su niñez, acompañando a su padre que trabajaba como abogador itinerante, cargando con el futuro escritor y su hermano. Recorrieron extensamente sierra y costa: Ayacucho, Cusco, Apurímac e Ica aparecen frecuentemente frente a sus ojos infantiles y adolescentes. De esa experiencia, unos años después, recordaría las enormes diferencias sociales que dividían al Perú. No había suficiente unidad nacional; por el contrario, predominaba la hostilidad entre las partes constitutivas del país.

Luego, estudió en la universidad de San Marcos y al terminar fue nombrado profesor en el colegio Mateo Pumacahua de Sicuani. Antes de partir, contrajo matrimonio con Celia Bustamante, una reconocida folklorista y animadora de la peña cultural Pancho Fierro. En Sicuani, Arguedas estuvo muy ocupado, produciendo una reflexión sistemática sobre la enseñanza del castellano en los Andes y un valioso conjunto de trabajos que impulsó con sus alumnos.

En un artículo analiza la angustia lingüística del mestizo andino, atrapado mentalmente entre dos idiomas: castellano y quechua. De acuerdo a su parecer, el mestizo piensa en quechua, pero desea hablar en castellano, porque sabe que es el idioma del futuro. En este escrito, propone una solución y no se detiene en lamentaciones; consiste en apoderarse del castellano y transformarlo, modificando su sintaxis e introduciendo nuevos vocablos provenientes de las lenguas indígenas; para lograr un producto nuevo, un castellano renovado, susceptible de expresar el alma andina.

A partir de entonces, José María Arguedas defiende un nuevo método de enseñanza para el mundo rural.  Sostuvo que el niño campesino debe ser alfabetizado en su propia lengua, que posteriormente debe aprender a leer también en su idioma. Solo cuando hubiera empezado a leer fluidamente era posible introducirlo al aprendizaje del castellano.

El niño andino ha de aprender en quechua el hábito de la lectura y nunca más lo abandonará. El punto de partida es comprender bien lo que se lee. Por lo tanto, necesariamente se obtiene en la propia lengua materna. Caso contrario, si el niño rural era alfabetizado directamente en castellano, al salir de la escuela, olvidaría lo aprendido.

Arguedas muestra que el desprecio de la lengua materna de los alumnos corresponde a la enseñanza de los imperios opresivos, que imponen a la fuerza sus costumbres sobre los pueblos derrotados. Pero, que ese autoritarismo no se condice con la pedagogía moderna, que busca la igualdad de oportunidades entre los niños de la nación.

Por lo tanto, defiende el llamado “método cultural”, cuya intención es castellanizar amablemente, sin la inútil imposición que se habría practicado hasta entonces. Concluye sosteniendo que se vivía una hora urgente del país, porque los indios estaban afanados buscando su lugar en la peruanidad. Aunque al escritor lo angustiaba que el Perú no cumpliera su cita con la historia, confiaba que la escuela impulsaría esa imprescindible incorporación del indio a la nacionalidad, caso contrario sobrevendría un holocausto.


domingo, 16 de enero de 2011

Biografía de José María Arguedas

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/arguedas.htm

(Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969) Escritor y etnólogo peruano, renovador de la literatura de inspiración indigenista y uno de los más destacados narradores peruanos del siglo XX.
Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de sirviente.
En 1921 se escapó con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron en la hacienda Viseca, donde vivieron dos años en contacto con los indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en 1923 los recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por diversos pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse en Abancay.
Después de realizar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser apresado por participar en una manifestación estudiantil a favor de la República Española.
Después de permanecer alrededor de un año en la prisión El Sexto, fue nombrado profesor de castellano y geografía en Sicuani, en el departamento de Cuzco, cargo en que descubrió su vocación de etnólogo. En octubre de 1941 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro (1942), reasumió su labor de profesor de castellano en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta que en 1949 fue cesado por considerársele comunista.
En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore en el Ministerio de Educación, para posteriormente ser promovido a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho del mismo ministerio (1950-52). En 1953 fue nombrado Jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana, y el mismo año comenzó a publicar la revista Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario), la cual dirigió durante diez años.
A este cargo sucedieron el de director de la Casa de la Cultura del Perú (1963-1964) y director del Museo Nacional de Historia (1964-1966), desde los cuales editaría las revistas Cultura y Pueblo e Historia y Cultura. También fue profesor de etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (1950-53), catedrático del Departamento de Etnología de la Universidad de San Marcos (1958-68), y profesor en la Universidad Nacional Agraria de la Molina desde 1964 hasta su muerte, ocurrida a consecuencia de un balazo que se disparó en la sien y que ocasionaría su fallecimiento cuatro días después. Fue galardonado con el Premio Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias Sociales (1958) y Literatura (1959, 1962) y con el Premio Inca Garcilaso de la Vega (1968).
La obra de José María Arguedas
La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende, además de obras de ficción, trabajos, ensayos y artículos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros aspectos de la cultura peruana. La circunstancia especial de haberse educado dentro de dos tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una delicada sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de una manera desgarradora.
Por otro lado, en Arguedas la labor del literato y la del etnólogo no están nunca totalmente disociadas, e incluso en sus estudios más académicos encontramos el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque no era diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada especialmente en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos.
Arguedas vivió un conflicto profundo entre su amor a la cultura indígena, que deseaba se mantuviera en un estado "puro", y su deseo de redimir al indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la añoranza a las formas tradicionales de la vida andina hizo que postulara un estatismo social, en abierta contradicción con su adhesión al socialismo.
Su obra revela el profundo amor del escritor por la cultura andina peruana, a la que debió su más temprana formación, y representa, sin duda, la cumbre del indigenismo peruano. Dos circunstancias ayudan a explicar la estrecha relación de Arguedas con el mundo campesino. En primer término, que naciera en una zona de los Andes que no tenía mayor roce con estratos occidentalizados; en segundo lugar, que a la muerte de su madre, su madrastra lo obligara a permanecer entre los indios. De esa manera asimiló la lengua quechua, y lo mismo sucedió con las costumbres y los valores éticos y culturales del poblador andino.
Esta precoz experiencia, vivida primero y simbolizada en su escritura por la oposición indios/señores, se vería más tarde reforzada con los estudios antropológicos. Como resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió entre dos mundos no sólo distintos, sino además en contienda. De allí surgió su voraz voluntad de interpretar la realidad peruana, la permanente corrección de sus ideas sobre el país y la definición de su obra como la búsqueda de una imagen válida de éste.
Ya desde sus primeros relatos se advierte la problemática que terminaría por presidir toda su escritura: la vida, los azares y los sufrimientos de los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú. Allí también se presenta esa escisión esencial de dos grupos, señores e indios, que será una constante en su obra narrativa. El espacio en que se desarrollan sus relatos es limitado, lo que permite a esta oposición social y cultural mostrarse en sus aspectos más dramáticos y dolorosos. Ya el derrotero de Arguedas está trazado; aunque en su fuero interno vive intensamente la ambigüedad de pertenecer a dos mundos, su actitud literaria es muy clara, en la medida en que determina una adhesión sin atenuantes al universo de los indígenas, generando dos cauces de expresión que se convertirán en sendos rasgos de estilo: la representación épica y la introspección lírica.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que describen aspectos de la vida en una aldea de los Andes peruanos. En estos relatos se advierte el primer problema al que se tuvo que enfrentar en su narrativa, que es el de encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se pudieran expresar en idioma español sin que sonara falso. Ello se resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje inventado": sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta el ritmo sintáctico del quechua.
En Agua los conflictos sociales y culturales del mundo andino se observan a través de los ojos de un niño. El mundo indígena aparece como depositario de valores de solidaridad y ternura, en oposición a la violencia del mundo de los blancos.
En Yawar fiesta, de 1941, Arguedas plantea un problema de desposesión de tierras que sufren los habitantes de una comunidad. Con esta obra el autor cambia algunas de las reglas de juego de la novela indigenista, al subrayar la dignidad del nativo que ha sabido preservar sus tradiciones a pesar del desprecio de los sectores de poder. Este aspecto triunfal es, de por sí, inusual dentro del canon indigenista, y da la posibilidad de entender el mundo andino como un cuerpo unitario, regido por sus propias leyes, enfrentado al modelo occidentalizado imperante en la costa del Perú.
En Los ríos profundos, de 1958, propone la dimensión autobiográfica como clave interpretativa. En esta obra se nos muestra la formación de su protagonista, Ernesto (que recobra el nombre del niño protagonista de algunos de los relatos de Agua), a través de una serie de pruebas decisivas. Su encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida en un colegio, su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el descubrimiento angustioso del sexo son algunas de las etapas a través de las cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los indios asume cada vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los blancos.
La novela siguiente, El Sexto, publicada en 1961, representa un paréntesis con respecto al ciclo andino. "El Sexto" es el nombre de la prisión de Lima donde el escritor fue encarcelado en 1937-1938 por la dictadura de Benavides. El infierno carcelario es también una metáfora de la violencia que domina toda la sociedad peruana.